jueves, 6 de febrero de 2014

Viejas fotos que un día no lo fueron. El legado de Costica Acsinte

 

“A pesar de toda la habilidad del fotógrafo y por muy calculada que esté la actitud de su modelo, el espectador se siente irresistiblemente forzado a buscar en la fotografía la chispita minúscula de azar, de aquí y ahora, con que la realidad ha chamuscado por así decirlo su carácter de imagen, a encontrar el lugar inaparente en el cual, en una determinada manera de ser de ese minuto que pasó hace ya tiempo, anida hoy el futuro y tan elocuentemente que, mirando hacia atrás, podremos descubrirlo.” (W. Benjamin, Breve historia de la fotografía)

 

Costica Acsinte fue un fotógrafo rumano que tras la Primera Guerra Mundial abrió un estudio en Slobozia, a unos 130 quilómetros de Bucarest. Murió en 1984, dejando atrás un gran archivo de imágenes, muchas de ellas sobre gelatina de plata. El tiempo y la falta de atención las ha ido deteriorando, pero lo que esas imágenes han perdido en calidad lo han ganado en fuerza y misterio. En la actualidad, están siendo restauradas y digitalizadas por Cezar Popescu

He aquí algunas de ellas, sacadas de la página de facebook del archivo:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 3 de febrero de 2014

Luciérnagas, seres mágicos y majicos. Las fotos de Hiramatsu Tsuneaki

 

“Mi ricordo delle lucciole, che non si vedono più”  (Mastroianni, Marcello,

Mi ricordo, sı̀, io mi ricordo, Baldini & Castoldi, 1997).

“Me acuerdo de las luciérnagas, que ya no se ven” (Mastroianni, Marcello, Sí, ya me acuerdo, Ediciones B, 1977

Las luces de Hiramatsu Tsuneaki son algo así como el equivalente desneurotizado de los topos de Yayoi Kusama, enferma de lunares que si un día fueron promesa de libertad y fantasía se acabaron por convertir, cada vez más brutalizados, en  metáfora de una enfermedad.

He aquí tres fotos de la exposición de Yayoi Kusama en el Centro reina Sofía en el verano de 2011:

Foto2817

Foto2831

Foto2830

Hiramatsu Tsuneaki (Okayama, Japón) junta varias fotos, alguna de ellas sometida a exposición prolongada,  en una sola imagen, hasta conseguir los ambientes de las fotos que aparecen más abajo y que hacen pensar en que en el Sueño de una noche de verano había discotecas al aire libre en las que los duendes se la divertían hasta el amanecer.

Cuentan distintas tradiciones que si eres capaz de pillar a ciertos seres diminutos que viven en el bosque, dedicados, en particular, a la minería, están obligados a conducirte hasta donde guardan un tesoro. Una de esas tradiciones la recoge Carlo Levi en Cristo si è fermato a Eboli:

Los monachicchis son seres muy pequeños, alegres, aéreos, que van corriendo velozmente de aquí para allá y su mayor placer es hacer todo tipo de perrerías a la gente.

Hay que decir que las perrerías suelen ser molestas, pero intrascendentes, mejores, por ejemplo, que las picaduras de los mosquitos. Los monaquiquis hacen cosquillas mientras hablas con el jefe, te estiran de algún pelo sin llegar a arrancártelo, bajan o retuercen las sábanas a quien duerme, extravían las llaves que hace un momento estaban en el bolso, quitan la silla a quien se fue a Sevilla, y cosas así, que todo lo más pueden provocar una rotura de cadera o un cabreo monumental. A cambio, si los atrapas cogiéndoles del largo gorro rojo que no se quitan jamás, te llevan  de la manita al tesoro, que a pesar de que no tiene más que céntimos tiene muchos y son de oro o de metales aun más nobles.

Las luces Hiramatsu Tsuneaki son parte de ese mismo tesoro, pero solo se dejan cogen por su cámara, porque cuando quieres pillarlas ya se han ido y te encuentras que, como el agua, cuanto más la aprietas, menos te hace caso. Son la vida misma, para qué nos vamos a engañar.

(Fuentea través de)

Giappone, il bosco si accende di milioni di lucciole

 

Giappone, il bosco si accende di milioni di lucciole

 

Giappone, il bosco si accende di milioni di lucciole

 

Giappone, il bosco si accende di milioni di lucciole

 

Giappone, il bosco si accende di milioni di lucciole

 

Giappone, il bosco si accende di milioni di lucciole

 

Giappone, il bosco si accende di milioni di lucciole

 

Más de Hiramatsu Tsuneaki: